Juegos tradicionales: un puente de diversión y aprendizaje entre generaciones
Los juegos tradicionales forman parte de nuestra herencia cultural y de los recuerdos de infancia de muchas madres y padres. Son aquellas actividades sencillas, transmitidas de generación en generación, que aún hoy logran competir con los juguetes electrónicos porque aportan algo único: conectan a nuestros hijos con nuestras propias vivencias y enseñanzas familiares, creando un vínculo emocional invaluable.
En este artículo exploraremos la importancia de los juegos tradicionales en el desarrollo infantil, conoceremos sus orígenes históricos, aprenderemos cómo jugar a algunos de los más populares y proponemos actividades para disfrutarlos tanto en casa como al aire libre. Al final, descubriremos el valor emocional de compartir estos juegos entre padres, abuelos e hijos, fortaleciendo los lazos familiares y culturales.
Importancia de los juegos tradicionales en el desarrollo infantil.
Los juegos tradicionales no son solo diversión pasada de moda; en realidad son herramientas poderosas para el desarrollo integral de niñas y niños. A continuación, vemos cómo contribuyen en distintas áreas del crecimiento infantil.
Desarrollo cognitivo
Muchos juegos tradicionales estimulan la mente al requerir memoria, estrategia o resolución de problemas. Por ejemplo, aprender y seguir las reglas de un juego, contar números en el escondite o planificar nuestros movimientos en la rayuela ejercita la concentración y el pensamiento lógico. Estas actividades lúdicas fomentan la creatividad y el pensamiento crítico de los niños mientras juegan.
Un niño que inventa trucos nuevos con el trompo o variantes en un juego de manos está poniendo en práctica su imaginación y capacidad de resolver retos.
Desarrollo físico
A diferencia de los juegos sedentarios en pantalla, los juegos tradicionales animan a moverse. Muchos implican correr, saltar, lanzar o coordinar el cuerpo. Saltar a la cuerda, jugar a la rayuela o lanzar el trompo son actividades que mejoran la motricidad gruesa y fina, la coordinación ojo-mano, el equilibrio y la agilidad.
Esta actividad física, además de fortalecer músculos y huesos, ayuda a quemar energía de forma saludable (¡y a prevenir el sedentarismo y la obesidad infantil!). Un simple juego de palmas o de pelota también contribuye al desarrollo físico mientras los niños se divierten.
Desarrollo social
La mayoría de los juegos tradicionales son para jugar en grupo, lo que significa que los niños aprenden a relacionarse con otros. Juegos como el escondite, la gallinita ciega, el juego del pañuelo o las canicas requieren cooperación, negociación de reglas y turnos, y trabajo en equipo.
Al jugar con sus pares, los niños practican habilidades sociales importantes: esperar su turno, respetar reglas acordadas, comunicarse y resolver pequeños conflictos («¡te encontré, ahora te toca contar!»). Estas interacciones les enseñan también sobre justicia, respeto y cómo pertenecer a un grupo.
Desarrollo emocional
Jugar también educa el corazón. Los juegos tradicionales ayudan a los niños a gestionar emociones como la frustración de ser eliminados o la alegría de ganar. Por ejemplo, un niño que juega a las sillas musicales o a la carrera de sacos experimenta victorias y derrotas en un ambiente seguro, aprendiendo a manejar la tolerancia a la frustración y a celebrar los logros de otros.
Asimismo, estos juegos fomentan la empatía y la resiliencia: los niños entienden que a veces se gana y a veces se pierde, y que lo importante es seguir jugando y divirtiéndose en compañía. Emocionalmente, también generan felicidad y reducción de estrés, ya que el juego activo libera energía, risas y endorfinas que mejoran el estado de ánimo.
En resumen, los juegos tradicionales ofrecen un equilibrio entre aprendizaje y entretenimiento, combinando movimiento físico, pensamiento mental, interacción social y gestión emocional. Por ello, siguen siendo esenciales para el desarrollo saludable de los niños, incluso en la era digital.
Orígenes históricos y culturales de algunos juegos populares
Cada juego tradicional tiene su historia y variantes según la cultura, pero muchos comparten algo: son muy antiguos y universales, pasando de generación en generación como parte de un legado lúdico. A continuación, exploramos el origen y las características de algunos juegos infantiles clásicos:
Rayuela (el juego de la rayuela)

La rayuela dibujada en el suelo: un juego sencillo que ejercita el equilibrio y la coordinación. La rayuela es un juego de saltos con siglos de historia. Se juega dibujando en el suelo una serie de casillas numeradas (tradicionalmente del 1 al 10) que los niños deben recorrer saltando a la pata coja. Se cree que se originó en la Europa renacentista, y una teoría sugiere que su temática está inspirada en La Divina Comedia de Dante Alighieri.
En esa interpretación, el recorrido de casillas simboliza el viaje del alma del Purgatorio al Paraíso: el jugador lanza una piedra que representa su alma y debe saltar por los «mundos» (casillas) hasta el cielo, evitando caer en el infierno.
Más allá de esta leyenda, lo cierto es que la rayuela se ha jugado en culturas de todo el mundo. Era propia de Europa y luego se extendió a América; también existen versiones en India, África y Asia bajo distintos nombres.(en México se le dice avioncito, en Colombia golosa, en Perú mundo, por ejemplo).
¿Cómo se juega al juego de la rayuela?
Se dibuja en el suelo un diagrama de casillas (a veces con tiza en la acera, otras con un palo en tierra). Un niño lanza una piedra pequeña o teja que debe caer en una casilla sin salirse de los bordes. Luego, avanza saltando en un pie por cada casilla en orden, evitando pisar la casilla donde está la piedra. Si mantiene el equilibrio y completa el recorrido (generalmente debe girar en la última casilla y regresar), recoge la piedra y cede el turno al siguiente. Si pierde el equilibrio, pisa una línea o la casilla prohibida, o la piedra no cae bien ubicada, pierde el turno. Gana quien consigue completar primero todas las casillas. Es un juego simple pero muy entretenido, que ayuda a desarrollar la coordinación visomotora, la agilidad y el equilibrio en los niños.
El trompo (la peonza)

Un trompo de madera girando sobre su punta metálica, listo para “bailar” en el suelo. El juego del trompo (también llamado peonza o perinola) es casi tan antiguo como la humanidad. Consiste en un objeto de madera con forma casi cónica y una punta de metal; mediante una cuerda enrollada alrededor, se lanza para hacerlo girar rápidamente sobre su punta, lo que en lenguaje infantil se llama «bailar el trompo». Los orígenes del trompo se remontan a miles de años: se han encontrado trompos de arcilla de hace 4.000 años en la antigua Mesopotamia, a orillas del río Éufrates. Civilizaciones clásicas también lo mencionan en sus escritos: el poeta Virgilio lo incluyó en La Eneida en el siglo I a.C., y autores romanos como Ovidio lo nombran en sus obras.
Incluso el filósofo Platón usó el trompo como metáfora del movimiento, muestra de qué tan familiar era este juguete en la antigüedad. Por otro lado, en culturas orientales como China y Japón, el trompo ha sido popular por siglos, convertido incluso en un arte con exhibiciones de trucos asombrosos. En América, los pueblos indígenas ya jugaban con trompos mucho antes de la llegada de los europeos: en los Andes se hacían trompos llamados cushpis para competir y se les hacía bailar en el suelo, mientras otros jugadores lanzaban los suyos para intentar derribarlos.
¿Cómo se juega?
Tradicionalmente, el trompo se hace de madera dura y lleva una púa metálica en la punta. Se enrolla una cuerda (o pita) alrededor del cuerpo del trompo, empezando cerca de la punta y cubriendo bien la superficie. Con la cuerda tensa entre los dedos, se lanza el trompo hacia el suelo con un movimiento rápido de muñeca, tirando de la cuerda para que, al desenrollarse, haga girar al trompo a gran velocidad. El desafío inicial es lograr que el trompo se mantenga girando de pie («dormido») el mayor tiempo posible. Una vez dominado eso, los niños suelen competir en trucos: recoger el trompo girando en la palma de la mano, lanzarlo de una mano a otra sin que deje de girar, o derribar el trompo de un contrincante golpeándolo con el propio. Jugar al trompo desarrolla la habilidad y destreza manual de los pequeños, así como la coordinación ojo-mano y la paciencia para practicar hasta lograr los trucos.
Es un juego que combina arte y técnica, y que encanta ver en acción tanto a niños como a adultos nostálgicos.
El escondite (las escondidas)

El clásico juego del escondite: un niño cuenta con los ojos tapados mientras los demás corren a esconderse. Probablemente todos hemos jugado al escondite en nuestra niñez; es uno de esos juegos universales presentes en casi todas las culturas. Su origen exacto es difícil de rastrear (¡seguramente existe desde que existen niños con ganas de jugar!). Ya en la antigua Grecia se jugaba a algo similar: los griegos lo llamaban apodidraskinda, y el escritor Julio Pólux en el siglo II d.C. describió sus reglas básicas.
Sorprendentemente, esas reglas son prácticamente las mismas con las que jugamos hoy: un jugador se tapa los ojos y cuenta mientras los demás buscan un escondite, y luego comienza la búsqueda. Siglos más tarde, en la Inglaterra isabelina (siglo XVI), el juego seguía vigente bajo el nombre «King by your leave» y Shakespeare lo menciona en la obra Hamlet, señal de su popularidad.
Dado que versiones del escondite se encuentran en Europa, Asia, África y América, muchos creen que surgió de forma independiente en distintas partes del mundo, porque es un juego sencillo e intuitivo que niños de cualquier lugar podían inventar.
¿Cómo se juega?
El escondite tradicional requiere al menos 3 jugadores, pero cuantos más, ¡mejor! Antes de empezar, el grupo elige quién contará primero (a veces se elige con una rima o sorteo). Ese jugador, a quien podemos llamar el que la queda o el buscador, cierra los ojos y cuenta en voz alta hasta un número acordado (10, 20 o hasta 50, según la edad y el espacio), mientras los demás corren a esconderse. Es común que el buscador apoye la frente contra un árbol o pared (ese lugar suele llamarse «casa» o «base») mientras cuenta. Al terminar, grita algo como «¡Ya voy!» o «¡Listos o no, allá voy!» y comienza a buscar.
Cuando encuentra a alguien, suele tocarlo y juntos pueden seguir buscando a los restantes. El primero en ser encontrado será quien cuente en la siguiente ronda. Sin embargo, si alguno de los niños escondidos logra salir de su escondite y llegar hasta la «casa» sin ser atrapado, puede cantar «¡Salvación por mí!» tocando la base, y se salva de ser el próximo buscador.
El juego termina cuando todos han sido encontrados o salvados. El escondite permite a los niños experimentar la emoción de la anticipación, agudizar sus sentidos (están atentos a cada ruido mientras se esconden) y practicar la rapidez y astucia para encontrar buenos escondites. A nivel social, enseña a seguir reglas grupales sencillas y a confiar en que, aunque estén «perdidos» por un momento, el juego terminará con el reencuentro de todos.
(Nota: Es aconsejable tener cuidado al jugar al escondite con niños muy pequeños, ya que pueden asustarse si no entienden bien la dinámica. A partir de 4 años en adelante suelen disfrutarlo plenamente.)
Saltar a la cuerda (soga o comba)

Saltar a la cuerda, también llamado jugar a la comba, es otro juego tradicional presente en todo el mundo. Sus orígenes no están del todo claros, pero hay evidencias de que ya en el Antiguo Egipto (hacia 1600 a.C.) se utilizaban lianas o cuerdas para saltar, posiblemente como parte de ejercicios de entrenamiento físico.
También existen relatos tempranos de juegos similares en China, Australia y entre pueblos aborígenes, lo que sugiere que diferentes culturas inventaron la idea de saltar un objeto oscilante de forma independiente.
Lo cierto es que, en la Europa del siglo XVII, saltar la cuerda se popularizó como juego infantil (se dice que los niños neerlandeses lo llevaron a América, dando origen al término Double Dutch para la modalidad de dos cuerdas girando a la vez).
Durante generaciones, la imagen de niñas y niños cantando canciones mientras saltan en el patio del recreo ha sido símbolo de infancia alegre en muchas partes del mundo.
¿Cómo se juega?
Hay varias formas de jugar con la cuerda. La más simple es individual: un solo niño toma los dos extremos de una cuerda corta y la hace pasar por encima de su cabeza y bajo sus pies en un movimiento continuo, saltando cada vez que la cuerda toca el suelo. También puede hacerlo un adulto girando la cuerda para el niño, si este aún no coordina solo.
La forma más emblemática, sin embargo, es en grupo: típicamente dos participantes sujetan los extremos de una cuerda larga y la hacen girar, mientras uno o más niños se turnan para entrar a saltar en el centro. Los que giran la cuerda suelen marcar el ritmo con alguna canción rítmica o conteo, y los saltadores tratan de aguantar el mayor número de saltos posible sin tropezar.
Existen canciones tradicionales para saltar a la cuerda que varían por país; por ejemplo, en español algunas dicen: «Al pasar la barca, me dijo el barquero…» o cuentan números, lo cual añade un elemento lingüístico al juego. Saltar la cuerda es excelente para desarrollar la resistencia física, la coordinación y el equilibrio de los niños, pues exige sincronizar los saltos con el ritmo de la cuerda. Además, cuando se juega en grupo, enseña a colaborar (los que mueven la cuerda y el que salta deben estar coordinados) y proporciona un sentido de ritual compartido al cantar juntos las rimas.
Es un juego que puede practicarse en casi cualquier lugar: patio, parque, e incluso dentro de casa si hay espacio suficiente y se usa una cuerda corta.
Actividades para jugar en casa o al aire libre
Una de las ventajas de los juegos tradicionales es su versatilidad: se adaptan al espacio disponible y casi no requieren equipamiento costoso. A continuación, se presentan propuestas de actividades para revivir estos juegos con tus hijos, ya sea en la comodidad del hogar o al aire libre en un parque o jardín:
En casa: creatividad en espacios pequeños

Escondite adaptado: Si no hay mucho espacio para que los niños se oculten por toda la casa, puedes adaptar el escondite escondiendo objetos. Por ejemplo, escóndeles un peluche o juguete y haz que lo busquen con pistas simples («frío», «caliente»). Esta variante mantiene la emoción de la búsqueda y es apta para interiores reducidos. También puedes jugar al «veo, veo» (adivinar objetos a la vista) o a «Simón dice» para trabajar la atención y obediencia de forma divertida.
Rayuela indoor: ¿Quién dijo que la rayuela solo se juega en la calle? En casa puedes improvisar una rayuela pegando cintas de colores en el piso formando las casillas, o usando tapetes/cuadrados de papel. Usa un cojín pequeño o un calcetín hecho bola como piedra para no dañar el suelo. ¡Verás a tus hijos saltando en el pasillo tan felices como si estuvieran en la acera! Este juego en interior conserva el ejercicio físico y les ayuda a liberar energía en días de lluvia.
Juegos de palmas y canciones: Enseña a tus hijos esos juegos de palmas que tú jugabas de niño/a, como «Chocolate, molinillo» o «Tres veces te engañé». Estos juegos se pueden hacer sentados en la sala y son geniales para mejorar el ritmo, la memoria y la coordinación manual. Además, generan muchas risas y complicidad entre ustedes.
La gallinita ciega: Con espacio despejado (por ejemplo, corriendo la mesa del comedor a un lado), pueden jugar a la gallinita ciega. Vende los ojos a un jugador (si es pequeño, un adulto puede ser la «gallinita» primero), dale unas vueltas suaves sobre sí mismo, y luego debe intentar atrapar a los demás guiándose solo por el oído mientras los otros lo esquivan silenciosamente. Por seguridad, quita objetos con los que puedan tropezar. Este juego enseña confianza y agudiza los sentidos, y en interior se disfruta mucho con pocos participantes.
Al aire libre: diversión a lo grande

Circuito de juegos en el parque: Aprovecha una visita al parque o al patio y organiza un mini-circuito de juegos tradicionales. Por ejemplo: dibuja una rayuela en el suelo con tiza; a un lado dispón una zona de trompos (puedes marcar un círculo en la tierra para jugar a ver quién mantiene el trompo dentro más tiempo); más allá un espacio para saltar la cuerda (tal vez tú mismo puedas girar la cuerda mientras ellos saltan); y finalmente un área para jugar al pilla-pilla o la mancha (el típico juego de persecución donde uno la lleva y debe tocar a otro). Ve rotando con tus hijos por cada estación. Esta variedad mantendrá su atención y ejercitará distintas habilidades (saltar, correr, lanzar). Además, estarás enseñándoles varios juegos a la vez.
Competiciones familiares: Involucra a toda la familia en pequeñas competencias amistosas. Por ejemplo, ¿quién logra mantener el trompo girando más tiempo? ¿Quién salta más veces la cuerda sin parar? ¿Quién es el más rápido encontrando a todos en el escondite? Ofrece pequeñas recompensas simbólicas (una medalla de papel, elegir el postre después de cenar) para motivar. A los niños les encanta competir cuando el ambiente es alegre y no excesivamente estricto, y así aprenden a superarse y a aplaudir los logros ajenos.
Invita a los abuelos o vecinos: Organiza una tarde de juegos tradicionales invitando a los abuelos, tíos o vecinos mayores a que muestren cómo se jugaba «en sus tiempos». Muchas personas mayores disfrutan enseñando a lanzar el trompo, a jugar a las canicas, a saltar la soga en pareja o contando anécdotas de cómo jugaban ellos. Esta interacción intergeneracional en un espacio abierto (como el patio de casa o la plaza del barrio) será enriquecedora: los niños aprenden nuevos juegos y sienten el cariño de sus mayores, y los adultos reviven recuerdos entrañables.
Explorando nuevos juegos al aire libre: Anima a tus hijos a probar otros juegos tradicionales menos conocidos para ellos: la peregrina (versión local de la rayuela en algunas regiones), el elástico (saltar sobre una goma elástica enlazada en las piernas de dos niños), el teléfono descompuesto (juego de susurrar mensajes en cadena) o la carrera de sacos. Muchos de estos requieren espacio exterior y varios participantes, así que aprovecha cumpleaños o reuniones en el parque. Introducir juegos nuevos expande su repertorio lúdico y les da la oportunidad de invitar a otros niños a unirse, haciendo nuevos amigos.
En cualquier entorno, lo importante es participar. Mamá y papá también pueden jugar, ¡no solo explicar las reglas! Ver a los adultos correr, saltar o esconderse provoca carcajadas en los pequeños y les demuestra que jugar no es “cosa de niños” solamente, sino una parte divertida de la vida a cualquier edad.
El valor de compartir estos juegos entre generaciones
Más allá de los beneficios físicos o cognitivos, los juegos tradicionales tienen un valor emocional y cultural profundo cuando se comparten en familia. Imagina a un abuelo enseñando a su nieta cómo lanzar el trompo por primera vez: en ese gesto sencillo se están conectando dos épocas. El abuelo revive su propia infancia y la niña recibe no solo un juguete, sino la atención, la paciencia y la tradición de su abuelo. Estos momentos crean recuerdos imborrables y fortalecen el vínculo afectivo entre generaciones.

Cada vez que madres, padres o abuelos transmiten a los niños un juego de su niñez, están contando una historia sin palabras. Están diciendo: «Esto jugaba yo cuando tenía tu edad, y quiero compartirlo contigo». Los pequeños lo perciben y sienten esa continuidad, ese cariño contenido en el acto de enseñar. Los juegos tradicionales entonces se vuelven puentes emocionales: al jugarlos, los niños no solo se divierten, sino que también aprenden quiénes son y de dónde vienen. Desarrollan un sentido de identidad y pertenencia, al saberse parte de una cultura familiar y comunitaria que tiene sus propias diversiones transmitidas en el tiempo.
Por otra parte, en un mundo tan globalizado y tecnológico, recuperar estos juegos ofrece a la familia un respiro de calidad: es tiempo sin pantallas, de contacto humano real, donde todas las generaciones pueden participar en igualdad de condiciones. No importa si la abuela no entiende el último videojuego de moda; jugando a las canicas o a la comba con sus nietos, todos hablan el mismo idioma lúdico. Padres e hijos ríen juntos, compiten sanamente, se animan mutuamente.
Estas experiencias fortalecen la comunicación familiar, pues a menudo después del juego vienen las anécdotas («cuando yo era niño hicimos una rayuela tan grande…») y las risas compartidas. Desde el punto de vista cultural, cuando mantenemos vivos estos juegos estamos preservando nuestras tradiciones. Cada ronda de escondite en el jardín o cada canción de comba cantada en el patio es una pequeña victoria contra el olvido. Como señala un estudio sobre juegos tradicionales, “es crucial preservar y transmitir estos juegos a las nuevas generaciones. Al hacerlo, no solo mantenemos vivas nuestras tradiciones, sino que también equipamos a nuestros niños con herramientas valiosas para su desarrollo y felicidad”.
En otras palabras, jugar en familia a los juegos de siempre es una forma de educar con amor: ofrecemos a los hijos raíces (nuestra historia, nuestras costumbres) y alas (habilidades y valores para su futuro). En conclusión, los juegos tradicionales son mucho más que un pasatiempo. Son parte de nuestro patrimonio emocional y educativo. Al invitar a nuestros hijos a jugar a la rayuela, al trompo, al escondite o a la cuerda, les estamos regalando horas de diversión activa, de aprendizaje y de conexión familiar.
Estamos diciéndoles que vale la pena imaginar, correr, cantar, esperar turnos, reír cuando uno se cae y volver a intentarlo. Y, sobre todo, les estamos mostrando que el mejor juguete que pueden tener es el tiempo compartido con sus seres queridos. Así que, mamá, papá: ¡anímense a rescatar esos juegos de su infancia y a vivirlos de nuevo con sus hijos! Verán cómo no solo los niños crecen con ello, sino también crecerá la unión y la felicidad en su familia. Los juegos tradicionales son un legado que trasciende el tiempo, un tesoro de risas y enseñanzas que todos podemos atesorar y compartir generación tras generación.
Fuentes y bibliografía
- Mimaar Handmade. (s.f.). Juegos tradicionales. Recuperado de https://www.mimaarhandmade.com
- Wikipedia. (s.f.). Rayuela (juego). Recuperado el 24 de abril de 2025 de https://es.wikipedia.org/wiki/Rayuela_(juego)
- Wikipedia. (s.f.). Trompo. Recuperado el 24 de abril de 2025 de https://es.wikipedia.org/wiki/Trompo
- Wikipedia. (s.f.). Escondite. Recuperado el 24 de abril de 2025 de https://es.wikipedia.org/wiki/Escondite
- Fundación Museos de la Ciudad de Quito. (s.f.). Juegos tradicionales del Ecuador. Recuperado de https://www.fundacionmuseosquito.gob.ec
- Conmishijos.com. (s.f.). Los juegos tradicionales: beneficios y ejemplos. Recuperado de https://www.conmishijos.com
- Mathkind.org. (s.f.). La historia del salto de cuerda en el mundo. Recuperado de https://mathkind.org
- Fisac2020. (2020). Historia y evolución del juego de la comba. Recuperado de https://fisac2020.weebly.com
- Slideshare.net. (s.f.). Beneficios del juego del trompo en el desarrollo infantil. Recuperado de https://www.slideshare.net
- UNESCO. (s.f.). Juegos tradicionales y patrimonio cultural inmaterial. Recuperado de https://ich.unesco.org/es
- Testimonios orales recopilados. (2023-2024). Entrevistas con madres, padres, abuelos y educadores sobre juegos infantiles de antaño.
- Blogs de crianza respetuosa. (s.f.). Ideas de juegos tradicionales para fortalecer el vínculo familiar. Recuperado de diversas fuentes educativas y testimoniales.